martes, agosto 23, 2005

Tiempo de Mieses

Entre escombros de terciopelo germinan tus manos
Élitros claros de ramales inexistentes
que te izan por sobre tu canto a silbidos
Y entre piras doloridas florecen tus sienes
Rielar de brasas muelles que traen hasta mi.
Entre vástagos sensibles se cuela todo tu resto
Cuerpo frutoso de verano
Que me canta desde el aire
Que me plasma en edades jóvenes
Sencillando la ligadura adusta
Que me transa y me trastroca
Amistando mi vendimia y mi cosecha
Surcos prolíferos que semillan
Todo el sino que me toca
Pues de hortelano en mi labrantía
Germinarán tus manos y florecerán tus sienes
Más el manojo de todo tu resto en este tiempo de mieses.

poema escrito en 1997

A una mujer paraguaya

Has repartido el corazón
y deshojado todas las largas enredaderas que hubo mientras caminaste,
has suplantado el miedo
y en un beso própero has sabido desear el olvido.
Vas encaminada hacia la fruta,
ya vienes de la imparable cosecha de la verdura.
Tus manos están solas, tu alma está en algún lugar, por ahí,
paseándose entre los corredores yaré asolados,
dando vueltas con el viento,
estibando los aguaceros solemnes que sólo caen sobre esa tierra roja.

Aún te pertenecen los atardeceres verdes,
aún provienes de las mieses
aún sigues mirando cuando besas,
por eso siempre serás una mujer paraguaya
porque en ninguna otra parte del mundo la muerte se confunde tanto con la tierra.

NOSOTROS, LOS DESCUIDOS DE LA MASACRE.

Desideratum

Mirábamos hacia la altura de las sombras
como aquel cuervo se enseñoreaba con los jirones,
de pronto,
como cuando la muerte
te muerde los pies huyendo boca arriba,
cayó entre nosotros un gran abrazo maldito,
como una mordida de galgo enfurecido
de un odio profundamente bello que nos fracturó la vida y el coxix,
dominó nuestras rodillas y se hizo un collar con nuestras muelas.


Parió doce hijos tiernos,
hijos de perra,
que aún viven entre nosotros,
pero los que sobraron,
los descuidos de la masacre;
nosotros,
con nuestras manos,
te resarciremos la pena,
te devolveremos la muerte.



En contra de Augusto Pinochet, por tanto, a favor de la vida.
J3M 2000

A Colombia

La caña deshojada sobre un cementerio de abejas y coleopteros enmudecidos,
una larga hilera de noches derrumbadas a la sombra de los días enclaustrados...

Hubo una pista,
una bala tierna y parturienta de una muerte desgraciada,
el infanticidio de la selva hubo que aceptarlo como una herida
y no tuvimos más hombres para cortar como tallos ni más mujeres para sembrar como piedras indelebles del camino...


¿Puedo, por favor, llorar de rabia y por olvido?,
¿puedo entonces, si mi país se apaga como crepúsculo,
desear otro otoño aún en medio de esta intensa primavera de crespones y medias astas...?

¡Ah desconsuelo!, ¡cuanta patria, cuanto suelo divido!,
si los niños se apilan en las fuentes clandestinas con sus ojos vaciados
y las esteras sobre el suelo mecen a los muertos olvidados,
¿qué sentido tienen los senderos?,
¿que importancia tiene un día?.

A UNA MUJER PERUANA

Si irrumpo en la explanda de tu día trémulo,

¿cómo repartirás tu campiña con un desconocido?

¿cómo protegerás las canciones estivales?



Si de pronto como una estocada,

vivo cerca de tu rio

¿cómo cubrirás los caminos?

¿cómo impedirás que yo pasee por entre tus hortalizas?



Si luego de todo me ves llorando,

¿cómo podrías depositar la lástima sin provocar un ruido de amapolas que se mueren?