martes, agosto 23, 2005

A Colombia

La caña deshojada sobre un cementerio de abejas y coleopteros enmudecidos,
una larga hilera de noches derrumbadas a la sombra de los días enclaustrados...

Hubo una pista,
una bala tierna y parturienta de una muerte desgraciada,
el infanticidio de la selva hubo que aceptarlo como una herida
y no tuvimos más hombres para cortar como tallos ni más mujeres para sembrar como piedras indelebles del camino...


¿Puedo, por favor, llorar de rabia y por olvido?,
¿puedo entonces, si mi país se apaga como crepúsculo,
desear otro otoño aún en medio de esta intensa primavera de crespones y medias astas...?

¡Ah desconsuelo!, ¡cuanta patria, cuanto suelo divido!,
si los niños se apilan en las fuentes clandestinas con sus ojos vaciados
y las esteras sobre el suelo mecen a los muertos olvidados,
¿qué sentido tienen los senderos?,
¿que importancia tiene un día?.

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